Estos días donde todo el mundo está corriendo de un lado para otro, algunos parados en colas de tráfico vehicular interminable, compras, luces, árbol de navidad, adornos navideños, desayunos, cenas, convivios y todo tipo de actividades, muchas veces perdemos y olvidamos el verdadero sentido de estas fechas. La navidad no se trata solo de los regalos que podamos dar o recibir, no se trata solo de compartir en familia y con amigos, aunque es una muy buena idea que lo hagamos, no se trata de cosas materiales que yo pueda tener; de lo que realmente se trata es de ese regalo que todos recibimos hace muchos años en la vida de un pequeño niño que nació en un lugar con muy pocos recursos y casi nada de posesiones materiales, un regalo que aunque no lo pedimos, ni lo pusimos en nuestra lista de regalos, se nos da a todos nosotros, un regalo que puede cambiar nuestras vidas y la vida de todos en nuestra familia, un regalo que puedo compartirlo con otros y me alcanza para más, un regalo que muchas veces es despreciado porque no es lo que la gente esperaba o quería, pero ese regalo es "El Regalo".
Busquemos de manera intencional tomar un tiempo con nuestras familias para agradecer por todo lo que hemos logrado este año, un tiempo para reflexionar y agradecer por ese regalo que Dios nos dio al enviar a su hijo Jesús a nacer en esta tierra para que cumpliera el plan perfecto de Dios de morir en lugar mío en una cruz para que yo pueda tener vida eterna por ese sacrificio; "El Regalo" me da otro regalo, y ese regalo es la vida eterna si yo lo hago Señor de mi vida y lo coloco en el centro de mi vida y de mi familia.
Hoy en le pueblo del Rey David, les ha nacido un salvador, que es el Mesías, El Señor. Lucas 2:11
